Justo cuando el cocalero Morales renunció y huyó del país, las relaciones con los sectores más incluyentes de Santa Cruz habían mejorado muchísimo. Los productores agropecuarios estaban agradecidos con él por el decreto que daba carta blanca para quemar los bosques, las tomas de tierras habían disminuido sustancialmente, ciertos grupos empresariales estaban muy cómodos y los círculos políticos tradicionales habían incrementado su funcionalidad con el MAS.
Nada de eso le sirvió al oficialismo para contener la ira que surgió precisamente desde Santa Cruz cuando se comprobó que el amo del Chapare y la coca ilegal había cometido un fraude monumental para quedarse para siempre en el poder, algo que les hubiera gustado mucho a esos sectores que ya habían hecho un pacto con el cocalero, un asunto que no era nada nuevo, pues el descabezamiento del movimiento autonomista y la persecución de sus líderes contó con el concurso de esos mismos actores.
Si hubiera sido por el comportamiento de la universidad pública, de la alcaldía, de numerosos gremios, cámaras empresariales y connotadas figuras públicas, cualquiera hubiera asegurado que Santa Cruz era ya un territorio masista y el gobierno seguramente tomó como un balde de agua fría la reacción cruceña de octubre de 2019 y mucho más todavía, el enorme revés electoral que obtuvo en la región en las elecciones subnacionales de 2021.
Esos antecedentes podrían ayudarle a Arce comprender que ni siquiera descabezando al departamento con el encarcelamiento del gobernador o haciendo trizas a los que salen a marchar y protestar va a conseguir doblegar a los cruceños, hacerlos pensar diferente y mucho peor, jamás conseguirá que voten a favor de sus verdugos. Del otro lado, si es que hubiera la intención de buscar algún entendimiento con el MAS, así sea sacrificando a Fernando Camacho, los acontecimientos recientes muestran que este régimen sólo sabe usar y desechar, y, llegado el momento, para ellos no hay amigo que valga. Johnny Fernández y otros que se portan con tibieza en estos momentos críticos deberían tomarlo en cuenta.
La única salida que tiene Arce, que además de demostrar que es más valiente que Evo, que necesita asegurar su candidatura, que debe ganar elecciones, tapar el fraude y seguir disimulando el desastre económico que se nos viene, es asumir de facto el rol de dictador y obviamente ha empezado por Santa Cruz, el hueso más duro de roer y el obstáculo más grande que enfrentan sus aspiraciones, que son muchas y que marchan cuesta arriba. Derrotando a los cruceños no sólo se aseguraría un camino menos pedregoso, sino que frenaría cualquier intento de reacción de otras regiones, que parecen estar observando cómo marchan las cosas antes de mover un dedo.
Insistimos, todo eso es mero cálculo, pura teoría, una hipótesis que vienen manejando los dueños del poder desde mucho antes de que existiera la república de Bolivia y que siempre han renegado por la rebeldía de los cruceños. Siempre los han combatido, los han tratado de doblegar de una y otra forma y sólo han conseguido que Santa Cruz se vuelva más grande y más fuerte.
Fuente: Eduardo Bowles