Con un Evo Morales inconforme porque no se le devolvió el sillón presidencial, sus mentores de la ALBA y el Foro de Sao Paulo procuraron darle un “premio consuelo”, mediante un rol alternativo que le facilitara el ansiado protagonismo internacional.
Se trató de la presidencia de Runasur, un organismo diseñado para potenciar la agitación indigenista en varios países del Cono Sur, eventualmente con propósitos separatistas. Esto último causó extrema preocupación en Perú, sobre todo con la desestabilización en Puno, que contó con la ayuda de al menos 9 emisarios de Morales, que entraban en esa región de manera ilegal.
Sería interesante investigar, además, los posibles vasos comunicantes entre Runasur y el terrorismo mapuche en Chile y Argentina.
Por lo pronto, la aventura del separatismo indígena en Perú fue respondida con una jugada contundente desde ese país, con el veto al ingreso del ex mandatario boliviano y de varios de sus allegados.
Así que ahora el ex Jefazo está sometido a un doble jaque: el externo, que puede llegar a un pedido de captura internacional, y el interno, con un Arce que parece haber sido ungido a mediados de diciembre por La Habana como nuevo conductor del “proceso de cambio”, a condición de mostrar mano dura contra la “derecha golpista”.
Otro ángulo de preocupación para el menguante caudillo cocalero es la discreta cooperación antinarcóticos del ministro de gobierno de Bolivia con la Unión Europea, vía indirecta por la que podría estar llegando información sensible a la DEA.
¿Habrá en Bolivia, finalmente, una metafórica o literal “noche de los cuchillos largos”, donde Evo haga el papel de Röhm?
Y si eso pasa, ¿cuál será el camino posterior que seguirá Arce? ¿Terminar de convertirse en el dictador suplente (lo más probable) o, ya sin la presión de la extrema izquierda evista, recuperar algo de juego democrático, para volver los conflictos más administrables?
La paranoia del ex Jefazo ha llegado al punto de denunciar mediáticamente supuestos planes de envenenamiento en su contra, sin que se entienda muy bien si acusa al respecto a dirigentes cívicos cruceños, al comandante del ejército o a todos ellos al mismo tiempo.
Para Bolivia es una buena noticia el ocaso de Morales, aunque esto no implica a corto plazo una democratización. A modo de ejemplo, en la desestalinización de la Unión Soviética, la desaparición del dictador personalista significó una relativa apertura al interior del partido gobernante, pero esa corporación política siguió tiranizando al resto de la sociedad.
Mientras tanto, la resistencia con epicentro en Santa Cruz tendrá que seguir dando batalla al hegemonismo autoritario, buscando irradiar hacia el resto del país y con el nuevo norte de la reforma judicial.
Fuente: Emilio Martínez – publico.bo