Cuando José María Barbieri murmuró la letra de un salmo, no quise dejar pasar la oportunidad. Comparto nuestro diálogo.
(Yo) Pensé que no tenía nada que ver con la religión…
(José María) Con la religión no, pero nadie se salva de la psicología…
(Yo) No entiendo…
(José María) Sin una plegaria está en riesgo la autoconservación. El hombre puede renunciar a las certezas, pero no puede abandonarse a tiempo completo a la incertidumbre… Cuando no se milita en una fe reglamentaria hay momentos de ausencia en los que es inevitable tener alguna prótesis emocional…
(Yo) “Momentos de ausencia”, ¿a qué se refiere?
(José María) “Lo que genera una representación afectiva es la ausencia”, dicen en el ámbito de la psicología… “La ausencia” es el nivel de sensibilidad donde tengo mayor conciencia de mí; cuando presiento que me falta algo; el resto del tiempo “soy feliz”… Esa “ausencia de algo” es lo que me hace pintar, cantar, escribir (que son también formas de orar)… En última instancia, se trata de improvisar una trinchera psicológica para disimular un sentimiento de fractura…
(Yo) Por eso murmuró aquel salmo…
(José María) Sí, pero que sea la letra de un salmo, resulta indiferente… Puede ser también la letra de una canción de moda… Y también puede ser aquella manía religiosa de la Modernidad: un credo político. En cualquier caso, se busca llenar una ausencia íntima con algún himno…
(Yo) ¿En cualquier caso?
(José María) Es una manera de decir, pero el tema no se agota ahí, evidentemente… Las respuestas al “sentimiento de ausencia” pueden convertirse también en una profesión al servicio de la comunidad…
(Yo) ¿En qué casos?
(José María) Bueno…, están los santos burocráticos de conferencia de prensa, que administran La Justicia, o los santos pirotécnicos de sala de teatro, que administran El Apocalipsis; es decir, aquellos que gobiernan la incertidumbre con “habitualidad y lucro”, como reza el Código de Comercio…
Fuente: Roberto Barbery Anaya.