Opinión

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EL CARNAVAL ES IMPARABLE COMO SANTA CRUZ

Editorial El Deber

Llegan los carnavales, los corsos, los viajes, los encuentros, la embriaguez, pero también del buen ocio, la reflexión, la planificación y el análisis del presente y los días que vendrán.



Las celebraciones, como todos los años, se planifican con tiempo. Oruro, uno de los carnavales más deslumbrantes del país y el continente, ha colmado los espacios y la capacidad hotelera para vibrar durante los tres días desde la fe y la devoción, el baile y la música. La capital del folclore se viste de fiesta y el pueblo acompaña a miles de visitantes que le darán jolgorio a una nueva versión. Cada quien a su manera porque todo es carnaval, así como es diverso el país, diferentes son las citas culturales multitudinarias. Las comadres de Tarija, por ejemplo, tienen otras características maravillosas y únicas. Ayer jueves demostraron con su alegría todos sus atributos y tesoros culturales, desde el gastronómico hasta el musical, siempre con la simpatía y la alegría características de los chapacos.

En Santa Cruz, sin embargo, esta versión será distinta por las implicaciones políticas y sociales de los anteriores meses. Desde la renuncia de la reina asignada, el desistimiento de más de 40 comparsas tradicionales y femeninas a participar por la situación política entre el Gobierno central y Santa Cruz, esta versión diezmada, y en principio dubitativa, fue denominada Rompiendo cadenas, por la Asociación Cruceña de Comparsas Carnavaleras (ACCC).

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No es eterno el Carnaval, tampoco las consignas ancladas en otro ámbito de la lucha social y el justo reclamo regional. Los tiempos de carnavales son otros, por lo tanto, intentar mezclar las opciones de la vida social enturbia los propósitos genuinos, latentes y aún por resolver. Un grupo de vecinos de la zona del Cambódromo, escenario principal donde se llevará a cabo el corso 2023, insiste en forzar la suspensión del evento bajo el argumento de que hay enfermos de dengue, persecución política y que no se puede ser indolentes con la gente que sufre. Su reclamo, sin embargo, parece no ser suficiente ante un evento cultural arrollador, ante la tradición y la historia más profunda de Santa Cruz y su gente.

Quien no quiera bailar, que no baile y quien no desee carnavalear, que no lo haga. Más bien varios grupos aprovechan la oportunidad para tocar los temas más urticantes de manera jocosa, irónica y burlesca. De eso se trata también afinar la creatividad sin límites.

No es democrático impedir por la fuerza una fiesta popular ¿No es acaso una vieja actitud de intolerancia que no hace más que dañar la libertad de los que sí quieren carnavalear? ¿Por qué privar a quienes merecen seguir respetando una tradición tan genuina como propia?

Los vecinos del Cambódromo pueden aprovechar también el jugoso movimiento económico que se genera en los días de este magno evento.

Los permanentes ensayos de los grupos de ballets folclóricos han contribuido a generar un clima contagiante desde hace varios días y semanas en esta capital.

Por su parte, las provincias, sin renunciar a sus costumbres e incorporando nuevos usos, extenderán su fiesta compartida a través de varias generaciones en Vallegrande, San José de Chiquitos y otras poblaciones de la región.

La inclusión de los diferentes y de las diferencias forma parte de la democrática vida en comunidad, en forma pacífica y razonable. Festejen quienes puedan hacerlo y quienes no, guarden su tiempo para sí mismo, porque el Carnaval es imparable como Santa Cruz y su liderazgo.

Fuente: Ayyy Don Este