No fue Camacho, los comités cívicos, los gremiales, los transportistas o el Conade los que derrotaron al gobierno en su intento de aprobar la ley contra la legitimación de ganancias ilícitas, el mayor revés que ha sufrido el MAS después de noviembre de 2019. Ha sido el capitalismo el gran triunfador, la propiedad privada, el trabajo y las empresas, todas ellas, no sólo las grandes, sino las que están en los mercados, en las calles, en los puestos de comida, en El Alto, la Cancha, la calle Uyustus y Barrio Lindo.
Por primera vez en la historia se escuchó algo distinto en Bolivia. Gente defendiendo su derecho al lucro, protegiendo al emprendimiento, la iniciativa privada y el capital, que frecuentemente son satanizados por moros y cristianos.
Por primera vez también el régimen del MAS deja en claro su verdadero objetivo. El exvicepresidente García Linera no tuvo empacho en admitir que su intención es debilitar a los productores, a los comerciantes y a todo aquel que tiene algo por qué luchar, un arma en la mano, que no es nada más que su propiedad y el fruto de su trabajo, para resistir las intenciones de reducir a los bolivianos a la servidumbre.
Hoy existe la certeza de que en Bolivia no ocurrirá lo mismo que en Venezuela. Allá fue muy sencillo destruir la economía, pues sólo era necesario acabar con la industria del petróleo, responsable de la supervivencia de más del 80 por ciento de la población. En Bolivia hay capital y casi todo está en manos de la gente. El gas se está acabando, la minería cada vez se vuelve marginal, pero quedan las manos de los ciudadanos, su mente, la iniciativa de todos, el instinto comercial, el esfuerzo individual y la capacidad empresarial que han sido capaces de vencer no sólo a la pandemia, sino también al proyecto totalitario del MAS que requiere de la pobreza para poder subsistir.
El triunfo sobre esa ley destructiva brinda la posibilidad a los bolivianos de fundamentar una nueva alianza, pues esta vez quedaron al margen las diferencias ideológicas, el origen o cualquier otro matiz y todos salieron a las calles a defender algo tangible y muy valioso que nos une a todos: la propiedad, elemento vital de la lucha por la libertad.
En Bolivia no hay socialistas, los únicos que defienden esta postura son los que viven del esfuerzo ajeno, los que nunca han tenido callos en sus manos, ni han tenido que madrugar para poder llevar el pan a la mesa familiar. Este país está unido por el espíritu empresarial de alteños, cochabambinos, cruceños, yungueños y habitantes de todas las latitudes que han reaccionado enérgicamente ante la amenaza contra sus fuentes de sustento conquistadas por el esfuerzo individual.
Si nuestros líderes son inteligentes, aprovecharán esta excelente oportunidad para iniciar una nueva era de la política en Bolivia, que acabe con el estatismo, que derribe todas las trabas que existen contra el trabajo y la producción, que valore el esfuerzo individual, lo proteja y lo estimule como el mayor tesoro, el más grande capital que tenemos, mucho más importante que el gas, el oro y todos los recursos naturales.
Fuente: Eduardo Bowles