Deberíamos agradecerle al exvicepresidente García Linera, tal vez el primer socialista de la historia que confiesa pública y abiertamente el modus operandi de los gobiernos de izquierda, que consiste en debilitar a la sociedad, aniquilar la economía de los pueblos y así tener el terreno más blando para doblegar a la gente.
García Linera es un “tontón” que se hacía pasar por matemático, que presumía de tener dos profesiones y con esa misma actitud jactanciosa dijo algo que ya conocíamos todos, pero que jamás habíamos escuchado de alguien que seguirá intentando “quebrarnos”, palabra que utilizó reiteradamente.
Lamentablemente cuenta con la ventaja de nuestra propia ignorancia, que durante 14 años lo aclamó como un gran intelectual, valoración que le dieron los medios de comunicación, las universidades, los círculos de sabihondos de todas partes y, por supuesto, la candidez de un pueblo ciego que se deja engatusar por cualquiera que le endulza el oído con zonceras.
Pero el mayor cómplice de sujetos de esta calaña es nuestro propio adoctrinamiento que empieza en la escuela, donde nos enseñan a endiosar al estado, a través de una compleja simbología que nos obliga a rendirle culto a la patria, a venerar a los gobernantes, a inclinarnos ante ellos, como si fueran los grandes jerarcas de una secta sagrada.
Nuestro sistema educativo es tan malo, que los bachilleres ni siquiera aprenden una regla de tres, pero es muy efectivo cuando se trata de estamparnos en las mentes los rituales que aseguran la sumisión al estado. La educación no sólo nos debilita porque no nos brinda las habilidades indispensables para ganarnos la vida y desarrollar la creatividad, sino también porque nos pone en una situación de inferioridad frente a las castas gobernantes, a las que tenemos que pedirle permiso para trabajar, para poner un negocio y desarrollar cualquier actividad.
En Bolivia la fórmula es muy sencilla y consiste en mantenernos en una constante victimización, frente a los conquistadores, ante los invasores, los que mutilaron el territorio, los chilenos, el imperio y toda clase de enemigos inventados que liberan al individuo de la responsabilidad de cambiar las cosas y le allanan el camino a los mesiánicos que, como bien lo dijo el falso matemático, manejan un gigantesco monopolio, un suprapoder con la capacidad de hacer y deshacer, sin mayor resistencia, pues son muy pocos los que cuestionan la vigencia de un estado totalitario.
Los países más prósperos del mundo tienen gobiernos limitados, estados más pequeños, gobernantes que son mantenidos a raya por un pueblo que entiende que primero es el ciudadano y que las élites políticas están para servirlo, para facilitarle las cosas y, cuando menos, no ser un estorbo de la iniciativa individual. Quiénes son ellos, quién es García Linera y toda esa sarta de aventureros para destruir el trabajo de un agricultor, de un artesano o un comerciante. No son nadie.
Fuente: Eduardo Bowles