Ajustó cuentas con cada tristeza sugiriendo una carcajada insignificante en la sorda indolencia del universo. Llegó hasta lo inconfesable del alma, expatriado de las ilusiones colectivas. Finalmente,
descansó en alguna tregua, sólo para comprender que la paz definitiva se encuentra en el silencio de la nada…Luego de ser internado en un hospital psiquiátrico por la dictadura sudamericana de ocasión, se quedó definitivamente recostado en Madrid, rehusando levantarse de la cama – aunque sin dejar nunca de añorar su rambla, que va desde la banda oriental del Río de la Plata hasta perderse en los confines del océano…
Fue aquel que dijo: “La literatura jamás debe ser “comprometida”. Simplemente debe ser buena literatura. La mía sólo está comprometida conmigo mismo. Que no me guste que exista la pobreza es un problema aparte.”
Fuente: Roberto Barbery Anaya.