LA
DISCOTECA
REDONDA..
Ayer pasé por ahí.
Y quise ver cierto restaurante, un lugar llamado «Medieval», sinónimo de elegancia, en una época también elegante, un tiempo sin tanto pejichi.
Y ya no está…
Por supuesto…
Quise ver la hermosa pista de patinaje, ese lugar donde se bailaba patinando los temas de la banda sonora de Roller Boogie, temas de Earth, Wind and Fire y Supertramp.
Y ya no está…
Entonces recordé que en esa pista, se jugaba jockey en patines.
Inevitable…
Como en una vieja película me vi muy chico, volviendo del colegio en un medio día radiante, después de bajarme del colectivo línea uno.
Ese medio qué conocí en una foto, a la mismísima Gloria Gaynor.
Sí, la misma que aún canta los ahora clásicos I Will Survive, Reach Out, o
Never Can Say Goodbye.
Si, fue la primera vez que vi a Gloria Gaynor y la anunciaban como espectáculo, en una marquesina colocada en la entrada.
Ella, la gran Gloria cantó en ese sitio.
Y yo como opa…
Busqué la entrada donde alguna vez estuvo la marquesina.
Y ya no está.
Quise ver la hermosa discoteca redonda, esa donde cantó Manolo Otero de traje blanco y flaquito como él era, en la noche que sucedió…
Esa noche…
Manolo interpretaba «Cuando suenen las campanas» y se paseaba por la pista redonda cantando, cuando de pronto, resonó la voz del camba pejichi infaltable qué siempre quiere parecer chistoso:
– «¡Te vendo un peso e nalgas! »
Si ayer…
Busqué el escenario donde tocaron y cantaron Trocha Angosta, Los Iracundos, Django y tantos otros…
Y ya no estaba.
Busqué la discoteca redonda, esa, la de los dancing inolvidables donde se escuchaban los temas de Andy Gibb, Rod Stewart, Boney M, Donna Summer, La Bionda, ABBA, Bee Gees y por supuesto…
Los infaltables lentos.
Los que se bailaban con luz tenue, cuando la voz de Peter Cetera decía, If you leave me now o You are my inspiration.
Y de la nada…
Baladas de Air Supply qué decían Making love out of nothing…
O Santa Esmeralda, con su You’re my everything…
O Barry Manilow, susurrando Mandy con ese maravilloso piano qué comenzaba el tema…
Y yo…
Con esos temas en mi cabeza busqué la discoteca y…
Ya no estaba.
Entonces comprendí y acepté que en realidad, de todo aquello no queda nada, ni siquiera el señor de guayabera a quien llamaban Caito.
Él también nos dejó hace tiempo.
En síntesis…
En lugar de todo eso, solo queda un sitio sucio lleno de canastos, catres y sillones ordinchis, en una calle con las aceras tomadas por venteros qué no respetan nada que pueda llamarse orden o limpieza.
Y hasta el letrero, el nombre que antes simbolizaba glamour y calidad de buenos espectaculos, ahora reza otra cosa.
Y para vergüenza de un hermoso pasado, ni siquiera le cambiaron el nombre y pa acabarla de enterar, los muy brutos lo escribieron con minúsculas .
¡Que desgracia carajo!
-dijo el Gordo Rodamiento cuando le mostré la foto…
Y bueno…
Gracias eternas a Caito Flores, gracias eternas por regalarnos un hermoso pasado…
El ESCRIBIDOR.
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR