…nadador, cazador, boxeador, voluntario en la línea de combate durante la Primera Guerra Mundial, explorador en África, activista en la línea de combate durante la Guerra Civil Española, Premio Nobel de Literatura, navegante, marido cuatro veces…
¿No es el movimiento íntimo de un hastío existencial que en el último acto no encuentra otra salida que recurrir a sus propias manos para llegar al Fin?
*
Con la cara perpleja por la belleza del ocaso, de vez en cuando miraba en el camino el rastro de su sangre, copiosa, regular, premonitoria… Luego volvía a precipitar sus ojos con inocencia en la delgada lámina de oro fino que se duerme cada tarde en el azul del mar…
Había intuido su muerte temprana muchas veces – parecía que “siempre” había sido inevitable, ¿no? Era algo así como una suerte heroica, como un “Destino Político”, sí… Como un Decreto, ¿de quién?; ¿de Dios?; ¿de alguna de sus criaturas descentralizadas de turno?; ¿o simplemente del azar, inescrutable, soberano?
En todo caso, ahora le resultaba indiferente. No deseaba la “injusticia social”, claro… Tampoco había para qué, ¿no? Pero ante la inminencia de su elegía singular, intransferible, actual, comprendía que todo consuelo Histórico era una majadería universal…
Quedaban a solas. La belleza de ese momento y él. La belleza que hasta ese momento nunca había visto él…
(A Hemingway)
Fuente: Roberto Barbery Anaya.