Los caminos del silencio

Yo soy “un hombre literal”. ¿Qué quiere decir eso? Que en mi entendimiento de las cosas no hay ningún recelo. Por ejemplo, el otro día, me encontré con un amigo que dijo que estábamos viviendo un Proceso de Cambio. Yo asumí lo que escuché con entusiasmo. Sin embargo, José María Barbieri, que también estaba ahí, preguntó lo siguiente: “¿Usted vive en la luna o solo está vestido de astronauta?”

No entendí lo que dijo. Ya sé que parece obvio, pero no veo la relación entre navegar en el espacio y un Proceso de Cambio. Se lo dije a José María. Contestó que solo era una “ironía”. Comparto nuestro diálogo.

(Yo) Yo creo que uno vive mejor sin ironías…



(José María) Estoy de acuerdo. Creo que en un extremo se encuentran los “literales” y en otro los “sabios”. Los dos extremos son relativamente felices, porque han llegado al silencio… El uno porque no entiende nada, el otro porque entiende todo.

(Yo) ¿Y usted dónde se encuentra?

(José María) En la ironía, obviamente, que es el lugar más incómodo.

(Yo) ¿Por qué?

(José María) Porque toda ironía, en última instancia, es un gesto de sensibilidad, no de indiferencia. Una cortesía paradójica del rubor.

(Yo) ¿Por qué dice que es paradójica?

(José María) Porque es una cortesía que nunca es bien recibida. El aludido se siente descubierto. Al fin cae en cuenta que lo que dice es muy ridículo. Y su rencor es obsesivo…

Pero lo más desafortunado es lo que ocurre con uno mismo: la ironía va minando nuestras reservas de ilusión, que son las últimas reservas de vida…

(Yo) ¿Y la ilusión? ¿Qué es la ilusión?

(José María) Fingir que las cosas tienen solidez. Un sabio de la India dijo que la ilusión es mirar el hielo sin pensar en el agua… Y Borges, en su evangelio apócrifo, dice: “Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena…”

(Yo) Entonces…

(José María) Entonces, es conveniente no pensar nada o pensar mucho. Son los caminos para retornar de la ironía al silencio, o para ir de la ironía al silencio.

Fuente: Roberto Barbery Anaya.