El asbesto no arde, es hidrófugo y puede mezclarse con cemento o fibras textiles. Pero sus riesgos son mayores que esas ventajas. Desde 2005 está prohibido en la UE y a pesar de ello, este material cancerígeno se sigue produciendo y comercializando.
Durante décadas, el asbesto, también llamado amianto, recubrió las estructuras metálicas de rascacielos y se usó para tejados, neumáticos, suelos y secadores de pelo. A pesar de ser bien conocidos desde hace tiempo sus riesgos para la salud, su amenaza no ha desaparecido. Y los médicos advierten de que las enfermedades asociadas con el asbesto están aumentando.
La Unión Europea prohibió en 2005 la producción, empleo y comercialización del asbesto. Una prohibición que en Alemania existía desde 1993. La descontaminación de asbesto ha puesto a Europa ante un enorme desafío. Algunos expertos estiman que su eliminación durará un siglo y costará miles de millones de euros. Al mismo tiempo, Rusia sigue extrayendo unas 600.000 toneladas anuales del mineral de la mayor mina de asbesto del mundo. Y lo destina a la exportación.
En Bangladés enferman los trabajadores que desmantelan barcos mercantes europeos y superpetroleros, que contienen toneladas de asbesto. En Latinoamérica crece la ira hacia las empresas europeas que siguen empleando asbesto a pesar de que dicho material se prohibió hace tiempo en Europa. Estos documentales se basan en una investigación llevada a cabo en todo el mundo. Rebaten algunas creencias establecidas sobre el asbesto y muestran que nadie puede sentirse seguro del todo, sobre todo porque la gran industria y las multinacionales van a seguir haciendo negocios con este material.