EL CAMPAMENTO
QUE SE CONVIRTIÓ
EN PUEBLO,
EL PUEBLO QUE SE
CONVIRTIÓ EN CIUDAD…
Un café con Pepe, ahí, en la esquina de la vieja plaza, en el kiosko conocido como Pepelandia.
Los recuerdos.
Otra época, un tiempo donde era común gastar plata en abundancia porque sencillamente la plata abundaba.
Los Panchos, Los Iracundos, Los Náufragos, todos los artistas y grupos de moda llegaban y se les pagaba lo que pedían y con las mejores atenciones.
Otros tiempos.
El pito qué se escuchaba en todos lados.
La vieja pulpería qué abastecía a moros y cristianos.
La vieja escuela, en la plazuela donde a alguien se le ocurrió poner una estatua de hermosos bueyes.
Pero antes…
En 1810, el cura Salvatierra acompañado de un pelau de veinte años a quien la historia conocería como Cañoto, ya convivía en la zona con los indígenas guaraníes, en el fortín militar llamado entonces Membirai.
De ahí nació la independencia cruceña, un movimiento que culminaría el 24 de septiembre del mismo año y que alcanzaría su termino, quince años después, el 14 de febrero de 1.825.
Membirai…
Y andando el tiempo.
Una hacienda, la propiedad de una familia italiana qué llegó a la zona en busca de mejores días, al comenzar el siglo pasado.
Familia Vanucci…
Y luego…
El famoso aceite.
Década del veinte y el viajero qué lo notó al detenerse a tomar agua. El famoso aceite qué cambió todo.
Al menos, eso dice la leyenda.
Y entonces sucedió…
La estancia de los Vanucci se convirtió en el campamento donde llegaba gente de todos lados.
La fiebre del petróleo había comenzado.
Luego vendría la guerra del Chaco y esa zona con los hombres que la habitaban, demostrarían del gran valor del cual están hechos.
Finalmente…
Hace ochenta y ocho años.
El campamento se convertiría en pueblo y andando el tiempo en ciudad.
La ciudad que alimentaria a Bolivia, sacando el precioso aceite de sus entrañas, mientras el Sararenda contemplaba impasible.
Ni colla, ni camba, ¡Camireño carajo!
-dicen los camireños con orgullo.
Gente noble y amable qué recibe bien al que llega, pero jamás le ruega al que no quiere quedarse.
Cuántos recuerdos, tantas vivencias, demasiadas historias aun no escritas.
Gracias Camiri, gracias por todo lo dado a un país que aún sigue en deuda con vos.
Dios cuide y bendiga a tus hijos, y que el nombre de Camiri sea recordado y enseñado en nuestra historia por siempre…
El ESCRIBIDOR.
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR