Parece ser que tanto a Luis Arce Catacoracomo a todos quienes tenían la esperanza de que el litio del Salar de Uyuni sería el recurso natural sustituyera rápidamente al gas, pues Bolivia está comenzando a sufrir el acoso cada vez mayor de una crisis en múltiples sectores, como el económico, el político y el de la justicia, entre otros.
Sucede que mientras los políticos tanto del oficialismo como de oposición en el país concentran sus esfuerzos para que la gente ponga la atención en el próximo recurso natural que sacaría al país de una más de sus crisis estructurales «porque todos los demás no lo supieron hacer», un grupo de científicos afirmahaber descubierto el mayor yacimiento de litio del mundo en el interior de un volcán que explotó hace unos 16 millones de años en Estados Unidos.
De acuerdo este grupo de científicos de Lithium Americas Corporation, GNS Science y la Universidad Estatal de Oregon, que hicieron el descubrimiento en McDermitt, una comunidad entre Nevada y Oregon, el volcán podría contener hasta 120 millones de toneladas métricas de litio, lo que superaría en 12 veces la cantidad de litio de Bolivia, que era considerado como el mayor yacimiento de litio del mundo hasta este nuevo descubrimiento, y su explotación, además, podría comenzar tan pronto como en 2026.
Pues qué gran decepción para el conjunto de la clase política del país -que lleva prometiendo al menos desde hace una década que se trata del próximo recurso natural del que vivirá Bolivia-y del votante incauto que le deposita su confianza y responsabilidad con la misma promesa una vez tras otra.
Mientras Arce había encontrado en el litio al menos un discurso de esperanza al cual aferrarse de cara a las elecciones de 2025 para permanecer en el poder, luego de tener que reconocer que el gas ha “tocado fondo”, los otros, creyendo que lo harían mejor y presuponiendo que el problema estriba únicamente en que no son ellos quienes administran los recursos, también se suben al mismo vagón de la demagogia y la planificación estatal de la economía.
La cruda realidad es que, siendo que ni la plata ni el guano ni el salitre ni el caucho ni el estaño ni el gas solucionaron todos los problemas de Bolivia -como siempre se ha prometido- tampoco lo iba a hacer el litio. ¿Por qué? Por lo que Alexis de Tocqueville advertía al afirmar que «la riqueza de los países no depende de la fertilidad de su suelo, sino de la libertad de sus habitantes».
Es decir, curiosamente, Estados Unidos es la nación que mayor capacidad de creación riqueza ha habido en la historia de la humanidad, pero no gracias a poseer determinadas cantidades de recurso natural alguno, sino del marco institucional que garantiza las libertades individuales de sus ciudadanos sobre el cual fue fundado, y derechos concretos como el derecho de propiedad. Tal vez allá el descubrimiento del mayor yacimiento de litio en el mundo constituya motivo de optimismo.
En Estados Unidos, por ejemplo, los ciudadanos que son dueños de su suelo son también dueños de su subsuelo. En países como los de América Hispana, en cambio, el dueño del subsuelo es el Estado, lo cual impide a sus ciudadanos tomar decisiones directas sobre el uso de recursos como el gas o el petróleo o el estaño y el litio, por tanto, queda sometido al voto popular y la demagogia de los políticos de turno, como es el caso de Bolivia.
El Estado Plurinacional ya venía apostando con fuerza al litio desde hace al menos diez años. Entre la era de Morales y la actual de Arce, el país ha gastado alrededor de 1.000 millones de dólares en distintos proyectos para exportar carbonato de litio, pero no ha habido resultado alguno más que importantes contribuciones a la acumulación de deuda y déficit públicos, pero, eso sí, en plena crisis de escasez de dólares y con la volatilidad de los precios internacionales en la que ahora se va a traducir el descubrimiento de McDermitt, todavía se asegura, sin rubor alguno, que la era de la industrialización del litio ha comenzado.
Pero la decepción también la van a sufrir las empresas chinas y rusas CATL, Citic Guoan y Uranium One Group, con las que el régimen de Arce habría firmado convenios durante el primer semestre para la extracción directa de litio, sobre los que no existe conocimiento público alguno, a pesar de que se habrían comprometido a realizar inversión por alrededor de 2.800 millones de dólares. Es decir, ahora Bolivia ni siquiera va a poder sostener su alineación político ideológica con estos regímenes contrarios a Occidente -entre los que, sin lugar a dudas, también se encuentra el de Irán- entregándoles nada menos que el Salar de Uyuni.
En definitiva, mientras por un lado se puede afirmar sin lugar a dudas que la llamada «maldición de los recursos naturales» es solamente un mito y recurso retórico al cual recurre la demagogia política para justificar estruendosos fracasos como los de $60.000 millones del gas -y ahora también del litio- en lugares como Bolivia, por otro lado la promesa de un futuro para cualquier país comienza cuando más limitados tenga a sus políticos y «comités de expertos» en el manejo de cualquier recurso ajeno.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera, el miércoles 13 de septiembre de 2023.