👁️🗨️ En el caso del tío violador, al ser un personaje político y reconocido en mi entorno, puedo imaginar que no soy la única
«CUANDO HERMAN ANTELO ME VIOLÓ…»
✍️Testimonio de una víctima de violación
Definitivamente, necesitaba amor en el cuerpo para animarme a publicar este texto final. Porque eso pretendo, que sea la última vez que escribo sobre este dolor en mis huesos y músculos, cada vez más atendido y cuidado, y por tanto, cada vez menos sentido.
Cuando Pedro Ruiz abusó de mí, era mi tío porque estaba casado con la hermana de mi madre, pero también porque es primo hermano de ambas. Yo tenía 14 años y como mi tía amada no tuvo hijos, gozaba de los viajes que ella siempre nos regaló con toda su buena onda. Viajamos en tren desde Santa Cruz a Puerto Quijarro y luego en una Andorinha hasta Sao Paulo, donde él hizo su especialidad en Anestesia. Recuerdo la noche en la que desperté asustada porque me tocaban los genitales. Vi su rostro y solo atiné a apartar su mano. En la misma habitación dormían dos primas que también sufrieron sus abusos en muchas más ocasiones.
Supongo que mi cabeza no entendió lo que ocurría, así que al día siguiente cuando nos fuimos todo el grupo a la playa, yo estaba tranquila e incluso jugué con él. Cuando volvimos a Bolivia en el tren, nuevamente me tocó despertar asustada porque él me tocaba. Volví a apartarlo y a dormirme. Nunca hablé de esto con nadie.
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Después de eso, siendo él el médico de la familia, recuerdo momentos en los que me revisó por temas de salud, estando mi madre cerca, pero sin ver lo que él hacía, y me tocó los pechos innecesariamente. Era tan cercano y querido que fue la persona que buscamos para que me haga un aborto a los 20 años, porque él trabajaba en la Maternidad. Incluso recuerdo haberlo mirado con amor mientras le agradecía la cirugía que me liberaba de un futuro que no deseaba. Unos años después, acudí a él para que me saque un boro de la espalda y lo hice sin ninguna pena, porque había bloqueado absolutamente todo lo que me había ocurrido con él años atrás.
Tenía 27 años cuando tomé conciencia del abuso. Estaba con mi compañero en Málaga y vimos un accidente en el que unos chicos murieron. Esa tarde empecé a llorar sin poder explicar por qué. Entonces me di cuenta de lo que me había pasado. Se lo conté a mi compa y recordé que unas semanas atrás, mi madre me había llamado para contarme que mi prima estaba embarazada. Esta prima era la nueva esposa de mi tío abusador. Y estoy convencida de que llegó a ella también a través de abuso.
Supongo que el relato de mi madre de ‘tu prima está embarazada y va a tener una niña’, activó algo en mí y al volver de Andalucía a Bilbao, donde vivía entonces, mi cuerpo reaccionó con pánico. Llamé a mi madre, le conté lo que Pedro me había hecho y le pedí que le diga a mi prima que jamás deje a su hija sola con su padre. Recuerdo también el miedo de que mi madre no me crea y agradezco que lo haya hecho.
Casi diez años después regresé a Bolivia. Descubrí que mi hermana -que fue la primera en denunciar públicamente al agresor- también había sufrido abuso del mismo tío, igual q la mayoría de mis primas. Organizamos un encuentro en el Victory, nuestro café amado, pero nada salió bien porque no todas teníamos la misma perspectiva sobre qué hacer respecto al abusador. Nuestras soluciones pasaban desde olvidar para poder seguir adelante y responsabilizar a nuestras madres y padres por no cuidarnos, hasta contratar a alguien para que le parta los dedos, considerando que son su herramienta de trabajo. Pero todo quedó en palabras.
Entre medio, recordé que años atrás, una prima de mi edad, de mi pueblo en Beni -de donde es mi familia materna y el abusador, que es hijo de un hermano de mi abuela- en una ocasión habló de él y lo señaló como “metemano”, el término con el que, durante décadas, antes de la conciencia política feminista, se llamaba a los agresores sexuales.
Creo que era 2016 cuando mis primas hablaron con la familia y contaron lo que habíamos vivido. Mis tías, tíos y abuela, no dijeron nada al respecto. Nunca dijeron nada. Y sé que varixs mantienen relación con el abusador. Durante años, nos costó reconocer esto que nos había pasado porque cualquier ataque a Pedro se entendía como una alianza con mi tía, su primera esposa, y un resentimiento por su matrimonio con mi prima. Imagino que todavía ese es el argumento para deslegitimar toda acusación contra él. Pero ya no me importa. Por eso pongo su nombre.
Cuando Herman Antelo me violó, ya no era mi tío. Ya se había divorciado de su primera esposa, que además es su sobrina y una de mis tías más queridas. Tengo claro que ese sentimiento de cariño y lealtad hacia ella y mis primas, a las que quiero muchísimo, me disuadió durante 20 años de contar que, en el año 2000, cuando yo tenía 24 años, me violó.
En 2022, Marcia, mi ex estudiante y amiga querida, me propuso escribir un texto de no ficción para una revista boliviana. Fue la primera vez que hice pública esta historia. Fue mi primer ejercicio de memoria y valentía después de varios años de trabajo físico y psicológico para reconocer lo que me había pasado. Yo acababa de hacer un taller con Gabriela Wiener , en Buenos Aires, y en ese espacio descubrí que éramos muchas mujeres tratando de exorcizar nuestras historias de violencia sexual.
Una vez publicado el texto en la revista 88Grados , envié el enlace al violador, diciéndole que le tocaba hacerse cargo de lo que me había hecho. Me aseguré de que vea mi mensaje y lo bloqueé en Facebook. Al día siguiente me escribió por Instagram para agradecerme el lindo cuento que le había compartido y pedirme que le mande todos los que tenga. Le respondí que, si volvía a contactarme, difundiría su nombre señalándolo como violador.
Cuando publiqué la historia, además de todo el afecto y el apoyo recibido, mis brujas me recordaron que no podría controlar todo lo que se movería a mi alrededor. Y en el camino me di cuenta. Quien es de mi familia materna y leyó el texto, puede identificar al tío violador. Pese a todo, la mayoría optó por no decir nada. Yo sufrí un poco pensando en el dolor que causaba a mi tía y a mis primas, pero pude soltarlo y asumir que no me correspondía. Y ahora tengo claro que, si alguien quiere saber algo al respecto, tiene que hablar con los agresores, NO con conmigo.
Yo no tengo nada más que decir. Mi cuerpo está sano y goza más que nunca de respirar y ser amado. Gracias a muchas brujas maravillosas en mi vida (y también a algunos brujitos), he logrado la conciencia física y mental de que estas historias pasaron por mi cuerpo, y no me definen, no me quitan la alegría ni la capacidad de gozar. Mi venganza es ser feliz.
Durante años me sentí mal, como feminista, por no hablar, y temer siempre que los abusadores sigan maltratando mujeres debido a mi silencio. Eso ya lo entendí, lo acomodé y me perdoné porque hice lo que pude con lo que tenía.
En el caso del tío abusador, son incontables las historias de abusos a mujeres de mi familia, aunque nadie quiera reconocerlo. En el caso del tío violador, al ser un personaje político y reconocido en mi entorno, puedo imaginar que no soy la única, pero aún no conozco ningún otro caso.
Cómo dice mi amada Inés, la historia no se puede cambiar pero el cuerpo puede regenerarse gracias a que elegimos el camino de recordar la verdad, que siempre espera su tiempo.
Animarme a hacer pública mi verdad, con nombre y apellido, me permite sanar esta piel de 47 años, que se siente más joven, libre y amada que nunca.
Agradezco a todas las compañeras que me permiten compartirla y sentirme con el derecho a vivir en libertad, sintiendo placer y sabiendo que otro mundo es posible gracias a que tenemos clarísimo que nuestras historias personales son políticas y revolucionarias. Y, sobre todo, que nuestro cuerpo puede sanar para seguir bailando, disfrutando de estar vivas.
*BeibyVacaParada
Fuente: Ayyy Don Este
