El
24 del
SECUESTRADO.
El secuestrado estaba pensativo, sentado en la orilla de la incomoda y fría cama que le asignaron.
Amanecía y él sabía perfectamente lo que significaba la llegada del nuevo día.
Era fiesta en su corazón.
Mientras tanto…
A mil kilómetros de distancia, se sentía el desesperante calor que hacía escapar a los pajaritos.
Claro…
Muy distinto, a los cuatro grados bajo cero que hacía fuera de su celda.
El secuestrado sabía…
Él sabía que a mil kilómetros de distancia la banda tronaba, sabía que la gente bebía, desfilaban las azafatas y se elegían reinas de mentira.
Todo era fiesta.
Una fiesta donde todos se afanaban por sentirse y disfrazarse de cambas, al menos por un rato.
Bulla por todos lados.
Un contraste tremendo, con el silencio fúnebre y helado de su celda y los pasillos contiguos.
Amanecía…
El secuestrado se miró los pies cubiertos por gruesas medias y recordó…
El aplauso de la gente, el entusiasmo de hombres, mujeres y jóvenes valientes en sus rotondas.
Recordó esas memorables noches en el Cristo.
Recordó las ollas comunes y las pitas que marcaron la historia.
Las pitas que hicieron huir al tirano en un día de noviembre, la tarde que huyó llorando como niña asustada.
El secuestrado movió la cabeza y de la nada sintió sed.
Se rascó el poco cabello que le quedaba y evocó los hechos que originaron todo.
Primero, el desconocimiento al referéndum, después el evidente fraude descubierto, el engaño que indignó a la gente decente y respetable que creía en la democracia.
Pero el tirano y su gente lo negaban, hasta que no pudieron sostener la mentira.
Hasta el momento en que plantearon, la posibilidad de convocar a nuevas elecciones.
Era tarde.
El país, en una inmensa mayoría, le volvió a decir que no.
Eso marcó su definitiva derrota, su posterior renuncia y la lagrimogena huida.
Pero…
El día que la sociedad civil entregó la lucha de los 21 dias a los políticos, ahí se pudrió todo.
Ellos «negociaron» y el sacrificio de los 21 días se fue por un tubo.
Ahora, el malo de la película era él.
Él, el secuestrado.
Porque los tiranos volvieron, y regresaron diciendo que fue golpe y repitiendo el maldito discurso hasta el cansancio.
Y se inventaron los juicios en su contra y en contra de otros.
Y un día de esos…
Sus verdugos lo secuestraron.
Lo capturaron para tenerlo preso como trofeo, siendo él una autoridad democraticamente electa.
Amanecía y hacía mucho frío.
Amanecía en Chonchocoro.
Era la mañana del domingo veinticuatro de septiembre del 2023, año de nuestro Señor.
Y a mil kilómetros de distancia…
Los dueños de Expocruz, junto a un alcalde de saco azul…
Recibían y le rendían honores a los verdugos del secuestrado…
– «Rey muerto, rey puesto»
-murmuró con amargura el hombre preso, mientras buscaba un vaso para tomar un poco de agua.
El ESCRIBIDOR.
Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR