Varo devuélveme a mis legiones!

Así gritaba Augusto Cesar mientras se arrancaba los cabellos y se golpeaba la cabeza, al conocer que el gobernador Publio Quintilio Varo negligentemente cayó en una emboscada en el bosque de Teutoburgo, sacrificando tres de las mejores legiones del imperio, perdiendo así Roma el control sobre Germania.

Algo como lo que nos viene pasando desde que nuestros Varos de turno dejaron que nos embosquen una y otra vez: en la constituyente, referéndum revocatorio, 21F, malhadado gobierno transitorio, últimas elecciones y así.

Eso si, nadie puede decir que no nos superamos; de tanto cometer los mismos errores ahora nos salen perfectos.



De hecho, los cruceños somos una especie de legionarios maltrechos y malgastados que, a todo llamado, ingenuamente marchamos a los desfiladeros del poder, especies de Paso Khyber o las Termopilas de nuestros aspiraciones, en la que hacen que nos empujen por los despeñaderos de la política, again and again.

Al final, somos como el ejército boliviano, pareciera que solo sabemos marchar y marchar. Y mal. Al toque del clarín y en paso de parada nos hacemos orgullosamente presentes sin que los convocantes de turno hayan sabido a dónde nos iban a llevar, y si lo intuyeron, en un eterno “recalculando”, no nos supieron hacer llegar.

Nuestros líderes se han convertido en unos campeones de la halterofilia, no se cansan de mostrar la musculatura de “su” manada aglomerada, pero son como el fisiculturista pusilánime que, alzando 200 kilos en cada brazo, es incapaz de pegar el golpe definitivo en la mesa para hacerse respetar.

Y sin embargo, es tan grande la afrenta y potente la amenaza, que sin alternativa posible, una vez más, marchamos.

Fuente: Leonardo Leigue U.