Elogio de la incoherencia

El título podría ser más justo: “La maravillosa falta de lógica de Sabato”. En otros términos, este análisis se inclina, de forma apoteósica, por la “incoherencia” de Sabato…

Sí, leyó bien: aquí estamos a contrapelo. Sin el cómodo estribillo que presume que nada se debe salvar de la tiranía de la lógica – si le parece que afecta su sensibilidad reglamentaria, es mejor que deje de leer, porque las cosas se irán poniendo aún más desagradables…

La siguiente ironía es que esta apología de la falta de lógica, se inspira en un escritor que proviene del mundo de las ciencias exactas y que, casi sin excepción, sobresale por su impecable lucidez: Sabato, en efecto, quien no se detiene en falsos rubores al plantear que una parte más que significativa de su personalidad “no tiene coherencia”



Pero empecemos por el comienzo, para no indignar a la lógica…

Ernesto Sabato dejó la Ciencia para dedicarse a la incertidumbre en 1945, a los 34 años, luego de haberse destacado como Físico en institutos de renombre mundial, como el INSTITUT CURIE de Paris y el MASSACHUSETTS INSTITUTE OF TECHNOLOGY. Ese mismo año publicó el ensayo intempestivo “Uno y el Universo”, que obtuvo el primer premio en prosa de la municipalidad de Buenos Aires. ¿Cómo así? El propio Sabato lo confiesa en los siguientes términos escandalosos:

“Mis relaciones en París fueron en realidad un escándalo. Eran surrealistas. Durante el día realizaba mi trabajo científico, a la noche discutía en los boliches con los artistas. Llevaba una doble vida, una durante el día y una nocturna.”

En 1948 publicó su primera novela filosófica “El túnel” y trece años después “Sobre héroes y tumbas”. Por ahora nos detenemos en esta novela, anclados en su texto más emblemático: “Informe sobre ciegos”, que ha dado lugar a variopintas interpretaciones y agudas polémicas. Consultado al respecto en octubre de 1968 por el crítico alemán Gunter Lorenz, ratifica y amplia los alcances del comentario anterior:

“En fin, para decirlo de una vez por todas, no sé bien por qué escribí el “Informe sobre ciegos”. Empecé tímidamente, hay que decir, no me animaba del todo, pero a medida que fui adentrándome y venciendo mis propias resistencias – puedo decir que es la parte del libro que he escrito con más violencias, más espontáneamente – dejándome llevar por lo que me decían mis instintos, por lo que me dictaba mi mundo interior. Hubo momentos en los que me detuve, un poco asustado por lo que estaba haciendo, un poco desagradado yo mismo por ciertos extremos a que estaba llegando. Me parecía horrible que yo llegará a decir ciertas cosas, o que el personaje dijera ciertas palabras, emitiera ciertos juicios. Pero aquí llego a lo que considero uno de los problemas básicos de la ética del escritor. El escritor debe dar el testimonio verdadero de lo que siente.”

Más adelante intenta explicarse mejor, refiriéndose a la naturaleza ingobernable y “absurda” de los sueños en la noche:

“Suprimir esa parte de la novela en consideración a una coherencia “lógica”, esa coherencia “lógica” que nos empeñamos en buscar en las cosas que no tienen ninguna lógica, es como suprimir los sueños de los hombres en una visión integral de su vida. Es como si pretendiéramos estar dando la verdad sobre un hombre, mediante la descripción de todos sus actos, desde que se despierta hasta que se acuesta, y, en virtud de una especie de manía racionalista, le suprimiéramos lo que sueña desde el momento en que se duerme hasta la mañana cuando se despierta. Inútil decir que estamos cometiendo una verdadera mixtificación. Por disparatados e ilógicos que sean, los sueños y las pesadillas nos están dando el mensaje más revelador de esa existencia, son la clave de la región más enigmática en que quizás se hacen o se deshacen los destinos.”

Inútil decir que cometeríamos una verdadera mixtificación si estuviéramos de acuerdo con todo lo que dice… Sería demasiada “coherencia”, al extremo de llegar inclusive a la paradoja de traicionarlo – me parece desproporcionada la importancia freudiana de los sueños en la noche y prefiero la psicología de Sabato en aquel diálogo inolvidable con Borges: “Cada vez que los teóricos invocan al hombre con H mayúscula hay que ponerse a temblar; o guillotinan a miles de hombres con minúscula o los torturan en campos de concentración”

De todas formas, en la penúltima esquina de la inabarcable entrevista con Lorenz, Sabato enfrenta sus dilemas con impecable lucidez: “…la Humanidad futura se constituirá sobre la base de elementos que hasta hoy han sido contradictorios. Y en lo que se refiere al espíritu, implica una síntesis de lo racional con lo irracional.”

En conclusión, no se puede dejar de admirar la invencible libertad del pensamiento de Sabato, tan acorde con la integridad de su conducta, en la que no hubo concesiones a ninguna forma de totalitarismo: no solo al temerario dualismo de la lógica, sino también a sus orgullosas sucursales políticas, como el comunismo estalinista de la Unión Soviética, o la dictadura militar en la Argentina.

Antes del fin lo vi solo, deambulando, entre el Álgebra y la luna.

Fuente: Roberto Barbery Anaya.