(Añoranza)

Yo añoro un lugar y un reloj de arena que son parte de mi eterno retorno: la Calle 8 de Equipetrol, a fines de los años ochenta… Añoro la cadencia de sus árboles, frondosos, que estremecidos por el viento, se alzaban como una cortina de protección musical, para ocultarme del mundo que vive en la Avenida San Martín… Añoro la lealtad de sus faroles, discretos, que cada noche ponían un aura misteriosa a mis pasos, en la penumbra caída del tiempo… Añoro su saludo casi desapercibido, perplejo, con el que se despedía cada mañana, para que yo pueda llegar sin retraso a ninguna parte… Añoro, en fin, aquella tarde sin pretensiones, cuando los arpegios de mi guitarra fueron multiplicados por su silencio…

Fuente: Roberto Barbery Anaya.