(Érase una vez)

APOLINAR GÓMEZ FRANCO, dejó de caminar entre nosotros hace pocas horas. Aunque su nombre parece, con justicia, un título señorial, no fue un hombre de antaño. Si usted no sabe nada de él, es porque los hombres grandes, cuando son discretos, son dos veces grandes…

Su heroísmo fue cotidiano.

Por ejemplo, mientras todavía era estudiante, tuvo una disputa inesperada, y se fue del departamento que compartía. Dijo que sólo volvería para retirar “lo estrictamente necesario”. Al poco tiempo llegó en un camioncito repleto de libros. Cuando le pregunté por lo demás, me recordó que eso era lo estrictamente necesario…



Luego, cuando ya era abogado, fue representante de la Universidad en la Defensa de una Tesis de Grado, y estropeó la fiesta. De nada sirvió que los docentes que compartían el Tribunal intercedan (yo creo que eso empeoró las cosas): dijo que la nota era cero porque era evidente que el estudiante había copiado el texto…

Hace tres días parece que comprendió que su corazón malogrado no resistiría. Que le quedaban pocas horas. Entonces se puso a bromear con su esposa y sus hijos. No dejó traslucir en ningún momento lo que los médicos no sospecharon. Ni siquiera cuando pidió que le alcancen su celular para hacer algunas transferencias habituales, incluyendo el pago mensual de su “pasanaku”…

Pero también su heroísmo fue ciudadano.

Tenía 22 años cuando se fue a trabajar a La Paz con Carlos Hugo Molina y conmigo en el diseño del Anteproyecto de Ley de Participación Popular, que el 20 de abril de 1994, se convirtió en la Ley que permitió que lleguen recursos a todos los municipios de Bolivia. Varios análisis con su firma quedan para siempre en los diarios de la época…

No sé si un día fue a Nueva York, pero su inglés era perfecto. Le gustaba el idioma, no conocía rencores ideológicos. Sus hijos, que son tan jovencitos, lo hablan igual que él. Su última nota, escrita en la tarde fatídica, es conveniente y simple. Se dirige a su hijo mayor: “I love you so much. You are my hero son.”

Fue conveniente y simple en castellano y en inglés.

Adiós, hermano.

Fuente: Roberto Barbery Anaya.