Historias del paro y el más allá

HISTORIAS
DEL PARO
Y EL
MÁS ALLÁ…

No podia dormir anoche y serían como las tres de la mañana, cuando escuché unos cuchicheos en la parte trasera de mi choza.
Me pareció extraño, así que me levanté y por si acaso, agarré el mano e tacú por precaución.
A medida que me acercaba, las voces se hacían más nítidas.
Eran voces de una mujer y un peladito.
– ¡Que Desgraciauuuuus los pacos, inventando delitos contra el muchacho, ¿te los llevás vos o yo?
-decía ella.
– Yo solo me llevo a los bonitos, y esos pacos se ven mas feos que Arce vestido e camba. Paso.
-respondió la voz del pelau.
Yo parau en los oscuro, solo escuchaba.
– ¿Ya supiste que la fiscalia rechazó la denuncia contra los collas cercadores a Santa Cruz, diciendo que no habían suficientes indicios?
-escuché decir al muchacho.
– No puej , así funcionan estos. Pero se llevaron preso a un pelau que sólo portaba cohetes.
-respondió la señora.
– Todo en contra de Santa Cruz.
-musitó el pelau con un suspiro resignado.
– Y bueno, pa acabarla de enterar. Aparece otro colla, un tal Huarachi, un gordo más feo que un día de hambre. Salió diciendo que los CRUCEÑOS somos croatas, y si eso no es suficiente, el buey caballo nos da un plazo de setenta y dos horas para abandonar Bolivia, y escuchá esto: El muy bruto soltó el bulto que los collas han sido dueños de esta bendita tierra desde siempre.
-expresaba la enigmática mujer.
– ¡Que colla liso! A ese me lo llevaría pero no sé, considerando que usted me dice que es feo, la cosa se pone difícil. Y encima soy asqueroso.
-escuché decir a la voz del niño.
A estas alturas de la charla yo estaba más que confundido.
Con la mano e tacú listinga, escuchaba atento la charla que venía de la penumbra.
Y de pronto me dio miedingo.
En eso dijo ella.
– Pero bueno, yo creo que sería mejor separarnos de los Collas nomaj, y hay que ser sinceros: Ellos no nos quieren y nosotros no los soportamos y usted sabe, una relación así nos hace daño a todos.
Que se queden ellos con su Bolivia de los eternos lamentos y nosotros talón, planta y punta rumbo a la prosperidad y modernidad.
-manifestó la voz del chico.
Eso fue demasiado.
Di dos pasos saliendo de mi escondite, con la mano e tacú lista y con la voz atemorizante y ruda de Kiko Birbuet los sorprendí.
– ¿Que pasa aquí, quienes son ustedes y que hacen en mi choza?
-rugí como un tigre.
Y entonces los vi.
Lo dicho.
Una mujer vestida de negro y un muchacho con una enorme cachucha que estaban de espaldas a mi.
Se dieron la vuelta y no puej.
Ahí se me doblaron las chuquizuelas.
Ella tenía por cara una horrible calavera, enmarcada en una cabellera larguísima de pelos negros, con la mirada de la cabeza atada y el muchacho…
¡Horrible!
La misma cara del colla Quiroz, pero menos siniestra y menos resentida.
La puuuu…
¡El duende y la Viudita en cuerpo y alma!
Apenas tuve tiempo de encomendarme a la Virgen de las Cafiaspirinas y a San Zenón, el santo patrono de las tetonas operadas.
Elay…
No supe ni de mis patas.

…Hace rato, en medio de la nebulosa inconsciente oí unos gritos.
Era mi asiática que me despertaba, pidiéndome que me levanté del suelo.
– Elay este, ya parecés el vago Borda; de una vez levantate, te das un baño y te cambias esos calzoncillos, ¿que fue, te orinaste?
– … Y a ver si dejás esa cara de asustau, ya pareces masista pensando en los resultados del censo…
-decía mi asiática.
Quise explicar algo.
¡Naaaada!
Cuando las mujeres se les mete algo en la cabeza, mejor es declararse culpable y caminar calladito a la horca.



El ESCRIBIDOR.

Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR