La decadencia de la mentira

Es un título invencible de Oscar Wilde. La obra está consagrada a defender que la mentira preciosa del Arte no tiene por qué naufragar en las verdades sospechosas que nos rodean; en síntesis, debería ser un Modelo, no un Reflejo más o menos adulterado del rencor cultural…

Se puede consolidar la idea con una glosa elocuente de Juan Carlos Onetti: “La literatura jamás debe ser “comprometida”. Simplemente, debe ser buena literatura. La mía solo está comprometida conmigo mismo. Que no me guste que exista la pobreza es un problema aparte”.

Hasta aquí la aclaración sobre los alcances maravillosos de la obra. Pero aún queda la inagotable paradoja del Título, que puede también ilustrar lo que sucede en otros ámbitos, haciendo que nos formulemos la siguiente pregunta: ¿se puede corromper la mentira?



Me parece que sí. Aunque a usted le parezca inaudito, pienso que la mentira se ha devaluado últimamente. Ha perdido jerarquía. Porque inclusive la mentira tiene una jerarquía: debe ser creíble…

Veamos: ¿es creíble que una ciudad de un millón y medio de habitantes haya Parado más de un mes contra su voluntad sin que exista un Ejército que la obligue? – peor aún, cuando estuvo bajo la amenaza inminente de que el Ejército del Estado intervenga para obligarla a no Parar…

¿No es la decadencia de la mentira?

Pero sigamos: ¿es creíble que el sigilo que se requiere en un Golpe de Estado sea compatible con el estruendo de millones de personas que piden la renuncia de un Presidente durante semanas?

¿No es la decadencia de la mentira?

Fuente: Roberto Barbery Anaya.