MELGAREJO Y MIS NALGAS… Fui y volví de La Paz en un viaje relámpago, con la idea de vi…

MELGAREJO
Y
MIS
NALGAS…

Fui y volví de La Paz en un viaje relámpago, con la idea de visitar embajadas de países que patrocinen la cultura, impresión de libros u otras actividades, toda vez que en Bolivia eso es solo una utopía.
Listo…
Llegué y me alojé en el tradicional Hotel Torino, cuyo edificio data del año mil seiscientos veintiséis, a la vuelta del Palacio Quemado.
Pa que les cuento…
En la noche imposible dormir.
Se escuchaban ruidos de pasos y cadenas y yo estaba más asustado que poncho rojo, ante la ducha y el jabóncillo.
La cosa es que a eso de las tres de la mañana se oían gritos y aplausos en el patio central, no puej, me levanté a espiar y bajó mis patas sentía el crujido del piso de madera.
Pero…
El patio estaba más vacío que cerebro e ministro. Todo en penumbras, vacío, silencioso y más frío que beso e marido.
Pa’ que quise, volví a la tibia camita y me tapé cabeza y todo.
Más escondido que Juanito, cuando hay bochi y cabildo a la vista.
Ahí estaba yo, oliendo mis pedos bajo cuatro colchas, más asustau que perro en navidad y realmente, se sentía una presencia maligna en la habitación.
¡Que miedo!
La noche avanzaba y el terror aumentaba.
El colmo fue que cuando ya cerraba los ojos, casi al amanecer…
¡Sentí que alguien me sobaba las nalgas!
Al principio y casi entre sueños asumí que era mi asiática, pero nica, ¡ella estaba en nuestra choza en Santa Cruz, la sucursal del cielo!
No puej.
De un salto estuve al otro lado de la cama y de ahí en adelante ya no pude dormir, solo por cuidar mi selva virgen.
Al rato…
Amanecía y yo con los ojos pelaus, cuidando mi caño de escape.
Ya en la mañanita y durante el desayuno, le comenté aquello a la gente de administración y se rieron.
Dijeron que era normal, porque en ese hotel, antiguamente se hacían las grandes pachangas de los Presidentes bolivianos y que quien me sobó las nalgas era el mismísimo espíritu de Mariano Melgarejo, uno de los muchos y brutos presidentes bolivianos, un hombre cuyos disparates quedaron chiquitíngos, comparados con los absurdos, ladrones y abusivos pseudos socialistas del siglo XXI.
También me dijeron que Melgarejo era un depredador pasional y que en vida no escapaba hombres ni mujeres, y que además, en esa cama y habitación fue feliz muchas veces.
– ¡Mamaaaaaá¡, de la que me salvé.
-pensé yo.
Y claro, aproveché para preguntar.
– ¿Y Evo no hacía aquí sus pachangas?
– ¡Yaaaa!, ¡no puesss!
– ¿Para que crees pues que se ha construido su palacio?
-me contestó el amable llako.
No conforme con eso, me animé a preguntar en voz muy baja, casi al oído del administrador:
– Pero, con alguna dama, alguna vez, usted sabe…
– No pués Escribidor. Aquí somos un hotel respetable, tradicional, motivo turístico nacional, además, ¡aquí no entran wawas! -me respondió indignado y me pidió que me retire del hotel.
La verdad, sentí alivio cuando me botaron; por ahí en la noche volvía el espíritu de Melgarejo, me descuidaba y me dejaba el caño de escape como bolsillo e payaso.
¡Nica!

EL ESCRIBIDOR.



Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR