¿Por qué suspendemos el carnaval? ¿A quién le hacemos daño con ello?

Hace muchos años que el carnaval en Santa Cruz dejó de ser simplemente una fiesta pagana, de desenfreno y borrachera pecaminosa, como podría ser calificada rápidamente. En este momento es una expresión de identidad cultural y junto con el carnaval de Oruro, son los dos referentes turísticos nacionales en búsqueda de espacios internacionales.

El turismo planteado inteligentemente, es una posibilidad inmediata y efectiva de reactivación económica y de necesario posicionamiento en la consciencia ciudadana. Son más de 20 los actores beneficiados directos, junto a un territorio que tiene la posibilidad de ser compartido y puesto en valor.

Al hecho turístico, en este caso, se le incrementa la economía naranja de la cultura, la gastronomía, los grupos musicales, la creatividad artesanal e industrial de los carros alegóricos y la masiva producción manufacturera de casacas, a veces de perendengues, lentejuelas y chafalonías, y otras, de verdaderas obras de arte. Más de 200 agrupaciones carnavaleras, con no menos de 40 integrantes cada una, otras que suman cientos, además de la producción abierta para el uso libre de los miracorso, no es despreciable.



La situación de crisis política que vivimos, no puede ser un atentado contra la vida cotidiana de la gente, que genere desaceleración de la economía, y tampoco puede seguir siendo un acto de autoflagelación.

¿Qué pierde el gobierno con la suspensión del carnaval en Santa Cruz? Absolutamente nada.

¿Se suspenderá el carnaval, realmente? No, simplemente bajará su carácter de evento público y se castigará a las manos artesanas que esperan estas fiestas para ajustar su economía.

¿Se logrará un efecto político en favor de la liberación del gobernador Camacho? No.

¿Será un acto de insensibilidad humana contra los detenidos injustamente? No.

¿Se suspenderá el carnaval en algún otro lugar de la república? No

Trabajando sobre el desarrollo económico local, el turismo sostenible y la producción digna, he reflexionado sobre todos los aspectos relacionados con este modo de protesta que adquiere calidad de lesiones dolorosas en contra de nosotros mismo, y solo me queda dejar en evidencia la nula eficacia en relación al objetivo buscado. Y la necesidad de agudizar la inteligencia para no continuar auto-castigándonos.

Recuperemos la cordura y permitamos que la alegría de la gente, encuentre un espacio legítimo frente a la crisis.

Me hago cargo de mis palabras. Estamos a tiempo.