MÚSICA Y TOMATES… No puej choco. Mirá… Nosotros somos una generación de lujo. Éramos…

MÚSICA
Y
TOMATES…

No puej choco.
Mirá…
Nosotros somos una generación de lujo. Éramos unos bebecitos y en las radios sonaban los Spinetta y los Sui Generis.
Al otro lado del mundo, nacía un tal Sargento Pimienta.
Ya caminábamos, cuando Litto Nebbia y Los Gatos le pedían un favor a la lluvia, señalando que hacía más de una semana que estaban en su nido, sin poder volar.
Y claro…
Mientras eso pasaba, en La Pascana original, no esa cosa que levantaron después ahí, en la vieja Pascana frente la plaza, ahí se concentraban las once noches de carnaval con mascaritas incluidas.
Por supuesto…
Los Dalton tocaban magistralmente música de Abracadabra, Los Náufragos y Trocha Angosta.
Era comienzos de los 70’o quizás finales de los 60’…
Ya no sé.
Yo era chico en ese tiempo.
Y bueno…
Éramos pelau cuando apareció un personaje que era torero, cantante, actor, productor y vendedor de discos en su tienda Zenith, «EL Paraíso Musical.»
Un polifacético personaje cruceño.
Noches inolvidables en el cine Santa Cruz, cuando ese artista cantaba enjaulau, pa que no le lleguen los tomates.
Cantaba feo.
Sus composiciones eran malas.
Pero la gente, el público llenaba el cine Santa Cruz y el coliseo de la calle Ingavi para verlo, la gente pagaba entradas para reírse de él.
Un fenómeno social que no tuvo igual, ni antes ni después de él.
Sería mundialmente viral si fuera hoy.
¿Y nosotros?
Éramos chicos, en esa época cuando la gente hacía una fila más larga que chima de elefante para entrar al Coliseo de la calle Ingavi.
Y claro…
Afuera del Coliseo la venta de tomates.
Los tomates que la gente compraba para lanzarle al cantante, el canta autor cruceño que según la leyenda cantaba más feo y más desorejau que Aldo Peña, solo que él lo sabía y lo admitía.
La leyenda también dice, que los tomates los vendían las hermanas y parientes del cantante en cuestión.
Un cantante llamado Ramiro Montero.
Un hombre viviente en la zona del mercado Los Pozos, un personaje de hablar agudo y chillón.
Verán…
Yo escuché el diálogo, agarrado de la mano de papá. Fue en la mañana de domingo que ambos se encontraron en la plaza…
Yo estaba ahí, peladingo, pero me acuerdo.
Eran amigos.
– Ramiro, dejá ya de hacer eso, la gente se burla de vos.
-le dijo papá.
– Tranquilo Carlitos, ellos son los burlados, porque si ellos se burlan de mi, yo me quedo con la platita de ellos.
-respondió con cara de pícaro, rozando sus dedos pulgar e índice la altura de la cara don Ramiro.
Al tiempo y siendo ya mayor, Ramiro Montero abrió una tienda de electrodomésticos que vendía al crédito.
Ramiro Montero, «el amigo de los pobres» era su discurso comercial.
Pero el tiempo no perdona.
Nosotros crecimos, apareció la música disco que desplazó a Los Náufragos y llegaron los Bee Gees con una fiebre de sábado y después la música que se bailaba saltando.
Mieeechi.
Los dancing en Viva María y los piraña que no faltaban, en canal once pasaban Mundo Joven y en canal siete Lalo Lafaye decía: «¡Sí, con seguridad!»
Todo cambió desde entonces.
Y ahora, empezando marzo me pregunto.
¿Qué sería de la vida del Gran Ramiro Montero?
Si alguien lo sabe, cuéntenos en los comentarios.
Porfa.

El ESCRIBIDOR.



Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR