De Ajpi a Harrison

Días atrás, el senador masista Félix Ajpi volvió a hacer de las suyas, afirmando que “la pobreza en Bolivia está en la mente”. Y agregó: “Porque si nosotros creemos que somos pobres, siempre vamos a ser pobres (…), pero cuando tenemos pobreza mental, pues vamos a tener esa idea de que cuando falta dinero estamos pobres. Es definitivamente psicológico”.

Uno hasta podría pensar que se trata de un discípulo perdido y cantinflesco del obispo Berkeley, quien afirmaba que “ser es ser percibido”.

Lo de Ajpi también me trajo a la memoria la teoría de Lawrence E. Harrison, de la cual las declaraciones del legislador oficialista podrían ser una versión equívoca y retorcida.



En un libro muy leído en los años 90, titulado “El subdesarrollo está en la mente. El caso latinoamericano” y publicado por la Universidad de Harvard, el académico estadounidense repasaba estudios hechos mayormente en Centroamérica y el Caribe, llegando a la conclusión de que ciertas pautas culturales y valores son fundamentales para establecer conductas proclives o refractarias al desarrollo.

Al tiempo que desnudaba que “la teoría de la dependencia es esencialmente mítica”, Harrison explicaba que la razón para el subdesarrollo “tiene  que  ser  la  cultura, los valores, actitudes e instituciones de un país dado. Creo que la capacidad  creativa de los seres humanos se encuentra en el centro del proceso de desarrollo. Lo que promueve el desarrollo es nuestra capacidad de imaginar, teorizar, conceptuar, investigar, articular y organizar”.

En otro de sus libros, “¿Quién prospera?”, el autor remarcaba el papel de la crítica libre y el reconocimiento del mérito: “Las sociedades progresistas fomentan la crítica y la experimentación, y ayudan a las personas a descubrir sus talentos e intereses y a encontrar sobre esa base el empleo adecuado. Estas sociedades están impregnadas de la idea del mérito personal, y juzgan a los individuos más por su desempeño real que por sus antecedentes familiares o de clase. (…) La libertad que alimenta la expresión de la creatividad también alimenta a los sistemas políticos democráticos y los vuelve más estables y perdurables”.

Está claro que Harrison usaba el término progresista en un sentido muy distinto al –ideológicamente restrictivo– que se le ha dado en las últimas décadas.

Volviendo al senador Ajpi, habrá que convenir que su partido no es un modelo a seguir en cuanto a la libertad de crítica ni a la meritocracia, siendo más bien un antimodelo basado en la autoridad del líder, el clientelismo, las estructuras centralizadas y el fetichismo de los recursos naturales.

En ese sentido, cabe añadir que, aunque la pobreza no es psicológica sino objetiva y mensurable, sus orígenes o su perpetuación sí están relacionados con la mentalidad. Precisamente, con un tipo de mentalidad que, aunque no es un patrimonio exclusivo, se condensa de manera extraordinaria en el partido hegemónico, que reserva la riqueza a los detentadores o beneficiarios del poder burocrático.

 

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


Fuente: Emilio Martínez – publico.bo