DON GONZALO… Amanecía en San Lorenzo del Real, el veintidos de mayo de mil quinientos…

DON
GONZALO…

Amanecía en San Lorenzo del Real, el veintidos de mayo de mil quinientos noventa y cinco.
De la nada, don Gonzalo Solís de Holguín extrañó su vieja casa en Cádiz, se preguntó si todo ese esfuerzo valía la pena.
Un día antes, y con acta de registro, don Gonzalo, había establecido la ciudad de San Lorenzo del Real o de la Frontera como también se la conoció.
La orden del Virrey Francisco de Toledo y en particular la de su jefe y amigo don Lorenzo Suárez de Figueroa, estaba cumplida.
Acostado en la estera, don Gonzalo Solís de Holguín recordó su vida en España, su vida antes del viaje.
– «Me voy al nuevo mundo, volveré con oro y mucha gloria…»
-le dijo a su madre y ella con dolor le dio su bendición.
Era muy joven.
En España no tenía futuro y su madre lo sabía.
Jamás sería un DON en España, pero en el nuevo mundo los indios nunca lo sabrían.
Ellos lo llamarían DON Gonzalo, igual que llamaban a su amigo DON Ñuflo, el hombre muerto veintisiete años antes.
– Dicen que en el nuevo mundo hay ciudades empedradas con ladrillos de Oro
-les dijeron.
Pero ahora Ñuflo estaba muerto, pero estaría en la historia por ser el fundador de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en la tierra de Los Chiquitos.
Pero él, Don Gonzalo también estaría en la historia, por establecer San Lorenzo del Real en ese 21 de mayo.
El día anterior.
Era una iniciativa del Virrey Toledo, quien decía que se precisaba una ciudad intermedia, un puente entre la Santa Cruz de Chiquitos y Chuquisaca.
Y así…
Lorenzo Suarez de Figueroa fue encomendado a fundarla.
Y claro…
Hubo una primera fundacion, en las orillas de Rio Grande.
Pero…
Los ataques indigenas y la mala ubicación establecida dificultaron todo.
Era necesario buscar otro sitio.
Don Gonzalo recordó las intensas caminatas, los fatigosos días en la selva y la falta de agua en el trayecto.
Pero una mañana, encontraron el sitio definitivo para la nueva ciudad, junto a un río que los nativos llamaban Piraí.
Pero pasó algo…
En ese intervalo, don Lorenzo Suarez de Figueroa enfermó y murió.
– Ya pasaron tres meses, como si nada…
-pensó Don Gonzalo, recordando a su jefe.
Se levantó de la estera, estiró los brazos y dirigió la mirada a su espada. Luego contempló a la guarayas, la mujer que durmió a su lado la noche anterior.
La madre de su hijo.
Siempre lo supo.
Al momento que se subió al barco en el lejano puerto de Cádiz, don Gonzalo supo que nunca volvería a España, y a pesar de sus muchas espectativas, comprendió que la empresa en el nuevo mundo no sería tan facil.
Las calles empedradas de oro si es que habían, estaban muy lejos de su alcance.
Y ahora estaba aquí.
En una mañana de mayo, en un nuevo día que prometía calor.
De algún modo lo sabía.
Moriría pobre, sin gloria ni el oro soñado.
Lejos de casa.
Algo triste pensó en su amigo Ñuflo, y en sus amigos cruceños que aún vivían en Chiquitos.
Se vistió, salió de su choza y contempló la única calle abierta el día anterior, la calle frente a la plaza.
Y Claro…
La llamada plaza era apenas un escarpado que habían limpiado con mucho esfuerzo.
No sabía don Gonzalo, no imaginaba que esa arenosa calle sería llamada «Calle Independencia» en el año 2023 de nuestro Señor. Tampoco vería que ahí, en San Lorenzo del Real instalarían un cine llamado «Palace». Tampoco sospechaba, que en el lugar donde estaba su choza edificarían con los años, un Club Social llamado 24 de septiembre.
Tampoco sabía, no imaginaba que el veintiuno de mayo sería olvidado y reemplazado por un 26 de febrero, una fecha que no tenía nada que ver con la ciudad que con mucho esfuerzo habían establecido un día antes.
Don Gonzalo salió a la arenosa calle y supo que el sol estaría bravo.
Era un nuevo día en la ciudad de San Lorenzo del Real, la ciudad fundada por Lorenzo Suárez de Figueroa y establecida por él en ese sitio, cerca al río Piraí.
No sospechaba don Gonzalo, que apenas veintisiete años después, en 1.622, los cruceños que habitaban la ciudad fundada por Ñuflo vendrían a vivir a la ciudad por él establecida.
Dos ciudades diferentes, un solo destino a futuro.
Don Gonzalo no tenía idea que con el tiempo, esos cruceños llegados de Chiquitos desplazarían a los lorenceños, que se adueñarían de su ciudad, que le cambiarían el nombre, que reemplazarían a su Santo Patrono San Lorenzo…
Y que finalmente…
La borrarían de sobre la faz de la tierra.
Don Gonzalo no se iba a enterar que los únicos recuerdos que quedarían de su obra serían:
– El par de cruces potensadas en el escudo, cruces unidas que recordaban la fusión de ambas ciudades.
– Una iglesia llamada Basílica Menor de San Lorenzo.
Y desde luego…
– Una calle llamada Veintiuno de Mayo, un nombre dado en honor a la fecha de su establecimiento.
Solo eso quedaría de San Lorenzo del Real, una ciudad que cuatrocientos años después sería conocida como Santa Cruz de la Sierra, y no por el nombre con la cual fue originalmente fundada…

EL ESCRIBIDOR



Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR