El presente era ineludible, no era una opción…

Comprenderlo fue un alivio discreto, no una “liberación” – ese término resultaba demagógico para la pedagogía de sus años…

Ya no estaría enajenado al encanto burocrático de un tiempo sucesivo.



Evitaba frecuentar el recuerdo, claro está. Era poseedor de la sabiduría triste de que el pasado se parece más a un reproche que a una sonrisa…

El futuro estaba asegurado y merecía el bostezo de una certeza: la inminencia de un sueño sin la menor interferencia…

Luego volvió a navegar con Ulises, porque había releído a Kafka – “el silencio de las sirenas es aún más peligroso que su canto”.

(“Ya no”, de José María Barbieri)

Fuente: Roberto Barbery Anaya.