Oye choco, no te hagás el canchero conmigo

OYE CHOCO,
NO TE HAGÁS
EL CANCHERO
CONMIGO…

Con el auspicio de:
#wjconsorciojuridico #widenjamesrivero
#kikesport #lalelilolu

Creo que tenia diez años, y ya era un adicto al vicio. Sí, lo confieso, era adicto al vicio.
Y en ese vicio me colgaba de la radio a pilas, sólo pa’ escuchar a Wally Aparicio que decía:
«¡Vamos al estadio!».
Pero claro…
Bernardo Silva era el capo junto a Delfo Limpias y otros capos como él…
Mamá vendía comida; los sábados y domingos venía mucha gente y ella decía:
– «Ni pensés irte al estadio si no me lavás los platos sucios y las ollas primero. »
Y claro.
Soy parte de la generación de pelaus que hacía caso.
Dos y cinco y ya era tarde para llegar al estadio, a sólo cuadra y media de mi casa.
Era tarde, porque el viejo Willy Bendeck ya estaba lleno a esa hora.
Era tarde, porque tenía que pararme junto a algún adulto y decirle:
– «Señor, ¿puedo entrar con usted?»
Y se sentía esa adrenalina, ese miedo a que el boletero te niegue la entrada.
Y tenías que ser rápido, para agacharte y pasar por debajo de esa cosa que giraba, luego tirar el pique y buscar un sitio en la tribuna ya casi llena y caliente por el sol, pero éramos pícaros: Poníamos nuestras manos como asiento.
¿Quejarnos del sol? ¡Nica!…
Valía la pena.
Por que en esa época había jornada doble, y no salías del estadio hasta las seis.
Se jugaba sábados y domingo.
Era emocionante, casi sagrado ver como colocaban las banderas de los equipos, en ese viejo mástil al pie de la curva este. Más arriba en la tribuna, ese reloj inmenso y el camba que se asaba en la caja de lata, ese camba que cambiaba el resultado manualmente, cada vez que había goles.
Y empezaba…
Y veías a un puntero veloz llamado Miguel Aguilar, un asesino del gol que llegaba hasta el fondo y le sacaba la cabeza al arquero de turno.
¿Y Delfín Barba?
¿Y Bernardino Vargas?
¡Que defensa la de Real!
Un deleite verlo patear tiros libres a Taritolay o Luisiño en Oriente.
Tardes hermosas para ver las diabluras de Hugo Cachera Sánchez el diez de la U Cruceña, la seguridad de Erwin Frei , Manga, Griseldo Cobo, Elvio Cuellar, Hebert Hoyos, Carlos Conrado Jiménez, Ismael Peinado o Ladislao Jiménez los arqueros de diferentes equipos.
¡Que arquerazos!
¿Y Adolfo Rocabado en Guabirá?
¿Y Humberto Ponce en Real?
¿Y Tito Melgar en Destroyers?
¿La picardía de Peji Hurtado en La Bélgica?
¿ Y los amagues en velocidad de Germán Parada, Papi Landa, Saúl Paredes, Wilson Herbas o Silvio Rojas, más la frialdad de Jesús Reynaldo y Juan Carlos Sánchez?
Imposible no ver a un Tamayá que hacía pedir perdón a los arqueros.
Crecí viéndolos a ellos.
Vi jugar a Benquique, Dionisio Amarilla, a Callapo Callaú, Jorge Campos, vi a Pacho Flores hacerle un túnel a Pelé, en esa tarde cuando Pacho dio clases de fútbol frente a Santos.
Y bueno…
Un día llegaron los Capiello, Toninho Gotardi, Dedé o Jesús…
Apareció un enano mágico de apellido Huguenett y otro criminal del área llamado Daniel Castro.
Y claro…
Entró en escena Tunga, más conocido como Milton, el hijo de un memorable zapatero de apellido Melgar…
¿Como olvidar la noche que le pusieron luz al estadio?
Ahí vi el debut de dos pelaus, dos Erwin:
Uno de apellido Espinoza que te pateaba hasta la lengua y el otro pura magia, un pelau de apellido Romero a quien le decían Chichi.
Todo eso hasta antes de cumplir diez años.
La primera década de mi vida, la más feliz, la época cuando jugábamos a los penales en la grama de Calizaya en la Ana Barba; el medio día que cayó el avión en el estadio…
Otra época, otros jugadores, época hermosa de sueños e ilusiones, un tiempo que se fue con el buen fútbol y los nombres de muchos que no menciono por que la lista es enorme…
Si, lo admito.
Tenía diez años y antes de eso madrugabamos a despertar a Álvaro Peña, solo pa’ que nos preste alguna pelota de las que guardaba, ahí bajo las gradas del estadio donde vivía.
Éramos viciosos, adictos a ese buen fútbol que hace mucho no se ve.
Eso fue antes de que aparezca un colla con plata que nunca pateó ni jollejo, alguien que se cree el dueño del fútbol, solo porque su universidad auspicia a varios equipos y los dirigentes de los equipos que auspicia le hacen la venia…
Entonces choco…
No vengas aquí a hacerte el canchero conmigo, peor si nunca pisaste esa grama rodeada de tribunas, esa canchita que está a dos cuadras de El Trompillo, esa cancha que antes se llamó Willy Bendeck…



EL ESCRIBIDOR

Fuente: Párraga Jose – El ESCRIBIDOR