El federalismo puede contribuir a la convivencia pacífica entre las diferentes identidades culturales que habitan Bolivia. Para eso, sin embargo, no puede ser reaccionario ni estar basado en un proteccionismo cultural ajeno a la realidad social en el siglo XXI.
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En sociedades multiculturales, contar con un sistema federal puede ser determinante para la protección de las minorías frente a la cultura dominante. El alto grado de autonomía regional brinda a los grupos culturales minoritarios la oportunidad de preservar y promover sus distintas identidades, lenguas, tradiciones y costumbres. En ese sentido, el federalismo puede contribuir a la creación de una sociedad más inclusiva y respetuosa de las diferencias culturales, ya que cada comunidad tiene la posibilidad de desarrollarse según sus propias visiones de mundo y valores. Así, un federalismo para Bolivia, que no sólo expanda la autodeterminación de las regiones, sino también la de los pueblos indígenas, podría ser un modelo de administración viable.
No obstante, en un sistema federal también se pueden exacerbar tensiones relacionadas a la búsqueda de homogeneidad cultural y a un regionalismo tóxico. A pesar de que el objetivo del federalismo es conservar la diversidad cultural, existe el riesgo de que las regiones se conviertan en entidades de aislamiento y proteccionismo cultural –a menudo negacionistas de la otredad– que no sólo obstaculizan la cohesión social, sino que fomentan tensiones étnico-culturales subyacentes que suelen acabar en catástrofes humanitarias. En las sociedades del siglo XXI, y en un mundo tan globalizado, sería ilusorio pensar en cierta homogeneidad cultural; es más, la sociedades más pujantes son casi siempre las más diversas, siendo Santa Cruz de la Sierra nuestra comprobación empírica a la boliviana.
Sería, pues, una falla de análisis sociológico pensar a Santa Cruz, convertida en una metrópoli, como seno de una identidad cultural estática e incapaz de alimentarse del intercambio con la cantidad de migrantes que recibe. Aceptar esta diversidad cultural, sin embargo, no implica desconocer la memoria colectiva o las tradiciones de la Santa Cruz de antaño, sino más bien reconocer la importancia de protegerlas tomando en cuenta el cambio social y demográfico que implica convertirse en una gran ciudad.
En este contexto, una propuesta federal desde Santa Cruz, para ser exitosa, no puede ser apenas reaccionaria frente al intento circunstancial de dominación cultural desde el gobierno de turno. Ésta no puede ser únicamente producto de las reflexiones de su institucionalidad, mas, al contrario, debe ser el resultado de un debate público con todos los integrantes de este territorio: sus naciones indígenas, sus provincias, sus clases populares, sus diversidades culturales, etc. Sólo así, una propuesta cruceña podrá ser considerada seriamente por el resto del país.
En síntesis, el federalismo tiene virtudes que podrían ser beneficiosas para el desarrollo de nuestra sociedad y la convivencia pacífica entre las diferentes culturas que la integran. No obstante, como todo modelo político y social –si apunta a ser exitoso o, en primera instancia, al menos atractivo– debe adaptarse necesariamente al contexto en que se aplica.